
He visto a un hombre sufrir por Amor, le he visto retener el grito de dolor por esa pasión, un grito que explota silencioso en el éter de esta humanidad, incendiando el corazón de los justos, de los pacíficos, de los puros de corazón, de los sedientos de justicia, para llegar hasta las altas cimas de la bóveda celeste donde sus Hermanos en la Luz, testigos de un nuevo cáliz vertido, inclinan con devoción Su cabeza, ceñida por la realeza solar, en la espera de que el Padre Les dé la orden de entrar en acción.