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Por Sandra De Marco
SEPTIEMBRE – OCTUBRE 2012
Recordad la ley de Moisés, mi siervo, a quien yo di en el Horeb mandamientos y normas para todo Israel. Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día grande y terrible del Señor. Él hará volver el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, para que cuando yo venga no tenga que exterminar la tierra. (Malaquías 3, 22-24)
Si bien desde los orígenes toda ley natural hubiera sido innata en el corazón de cada criatura, el hombre ha infringido deliberadamente las leyes del Altísimo, el Artífice de todas las cosas; ha perseguido, burlado y matado a los profetas mandados en Su nombre, ignorando advertencias y castigos. Así, por siglos se ha burlado de aquel pacto de Alianza con Dios, señal intangible de amor desbordante e infinita gracia, traicionando todo lo que fue ordenado:
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